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Astronomía, arquitectura y simbolismo en la necrópolis egipcia de Dahshur

El investigador del Instituto de Astrofísica de Cananarias, Juan Antonio Belmonte, cuestiona en un artículo la teoría de la evolución de las pirámides.
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Miércoles 15 de julio de 2015 | INSTITUTO DE ASTROFÍSICA DE CANARIAS
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Durante generaciones de egiptólogos, se ha postulado como un hecho cierto, casi como un dogma, que durante el reinado de Sneferu (hacia 2575 a.C.), padre de Keops, constructor de la Gran Pirámide, se produjo un proceso evolutivo de ensayo y error en la construcción de pirámides. La llamada “Pirámide Acodada” en Dahshur sería un magnífico ejemplo, que finalmente condujo a la primera pirámide perfecta, la llamada “Pirámide Roja”, construida en el mismo lugar por el propio rey en fechas posteriores.

Sin embargo, en un trabajo recién publicado en el Journal for the History of Astronomy, revista de referencia en el campo, los investigadores Juan Antonio Belmonte, del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), y Giulio Magli, de la Escuela de Arquitectura del Politécnico de Milán (Italia), ambos con años de experiencia en el campo en Egipto, postulan que la pareja de pirámides de Sneferu en Dahshur formarían en realidad un único proyecto arquitectónico concebido como tal desde su inicio.

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Astronomía, arquitectura y simbolismo en Dahshur: las Pirámides Roja (izquierda) y Acodada (derecha) del faraón Sneferu como representación simbólica respectiva de las coronas roja y blanca, del Bajo y el Alto Egipto, que aparecerían mencionadas como tales en la Piedra de Palermo.

Diagrama © Juan Antonio Belmonte, basado en imágenes cortesía de Graham Parkin y Daniel López, y en un calco de una fotografía de Margarita Sanz de Lara obtenida por cortesía del Museo Arqueológico de Palermo.
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En este artículo se indica que las pruebas arqueológicas del escenario tradicional distan de ser obvias y que, por el contrario, una serie de indicios arquitectónicos, topográficos, epigráficos y astronómicos apuntan en dirección contraria: a un proyecto unificado, probablemente concebido desde el principio como tal, que incluiría a las dos pirámides y a sus edificios anexos. A partir de esta idea, se pueden inferir conclusiones similares para otras tumbas reales de la IV Dinastía, en particular en Guiza. Bajo estos supuestos, las pirámides de la IV Dinastía en su conjunto parecieran formar un paisaje conceptual y sagrado relacionado no solo con el poder del faraón en vida, sino también con su divinización tras la muerte. Estas ideas fueron ya propuestas durante el V Congreso Ibérico de Egiptología celebrado en el Campus de Cuenca de la Universidad de Castilla la Mancha en marzo pasado, y serán defendidas durante la Asamblea General de la Unión Astronómica Internacional (IAU) en Honolulu en el próximo mes de agosto en el marco de un Encuentro sobre Astronomía y Patrimonio de la Humanidad.

Contexto astronómico

El trabajo hace hincapié en la relación entre astronomía y paisaje y sobre el papel que podría desempeñar la observación del cielo no sólo en la orientación de las pirámides de la Dinastía IV, sino también en la elección de su ubicación, produciéndose una sinergia entre ambas realidades. Esta fenomenología se relaciona íntimamente con otros aspectos de la civilización faraónica como el calendario, el carteado celeste y los aspectos astrales de la religión tal como quedarían luego plasmados en los Textos de las Pirámides a partir de la Dinastía V.

En el estudio se ha llevado a cabo un análisis detallado de la información disponible tanto desde el punto de vista cronológico y epigráfico, con una nueva lectura de la Piedra de Palermo (los anales de los primeros reyes de Egipto), como desde el simbólico y el astronómico, con un nuevo análisis de los Textos de las Pirámides. En este trabajo se han aportado nuevas ideas. “Entre ellas figura –señala Juan Antonio Belmonte- una explicación razonable y pionera del porqué de la pendiente anómala de 43º 23’ de la Pirámide Roja, que es absolutamente excepcional, y para la que hasta la fecha no existía ninguna explicación sencilla. Ésta podría explicarse en un contexto astronómico que tuviese en cuenta la evolución temporal del calendario del Egipto antiguo.”

De acuerdo con la hipótesis defendida, las Pirámides Roja y Acodada han de verse como la representación simbólica de las coronas roja y blanca, del Bajo y el Alto Egipto, respectivamente, que aparecerían mencionadas como tales en la Piedra de Palermo. De esta forma, se las podría interpretar como reflejo en piedra de fenómenos celestes pertinentes, de matices respectivos rojizos o blanquecinos, como la aurora boreal o la luz zodiacal.

Estudio multidisciplinar

El leitmotiv de la tesis planteada por Belmonte y Magli ha sido la investigación independiente sobre el tema realizada por ambos investigadores a partir de diferentes enfoques (simbolismo frente a diseño arquitectónico), pero con un interés común en el papel de la astronomía cultural. Gracias a este acercamiento multidisciplinar se ha sido capaz de llegar a una conclusión idéntica: que “el par de gigantescas pirámides erigidas en Dahshur –explica Magli- fueron terminadas, e incluso quizás concebidas, como un proyecto único” donde, aparte del fuerte aspecto simbólico y la obligación de cumplir con las necesidades del soberano en la otra vida, el Rey Sneferu fuese capaz de mostrar su dominio absoluto del territorio mediante la simple contemplación de sus fascinantes monumentos que alterarían para siempre el paisaje justo en la frontera entre las dos regiones históricas del país.

Las dos pirámides, la Acodada y la Roja, serían pues –concluye Belmonte- la manifestación del poder del soberano como Rey Dual del Alto y Bajo Egipto por imitación simbólica (color, ubicación, tal vez también en la forma de los propios monumentos, trapezoidal y achatada, respectivamente) de las coronas blanca y roja respectivamente. Las pendientes de las pirámides (intercambiables, pues aparecen en ambas) habrían sido definidas con un peculiar simbolismo astronómico (solsticio de verano y festival del año nuevo) que podría estar relacionado con la invención y el desarrollo posterior del calendario civil egipcio. También se incluirían alineaciones astronómicas, pues las dos pirámides de Dahshur están casi perfectamente orientadas hacia el norte y sus corredores de acceso fueron construidos con una pendiente tal que ésta facilitaría la ascensión del rey a los cielos del norte, dominio de las “estrellas imperecederas”, uno de los destinos favoritos del alma del rey difunto según los Textos de las Pirámides.”

Además, las pirámides podrían estar asociadas a fenómenos celestes concomitantes con posibles manifestaciones del poder del rey tras su muerte. En particular, la luz zodiacal, Venus (o ambos) para el caso de la corona blanca y la aurora boreal o la luz del amanecer para el de la corona roja, por lo que las pirámides bien pudieran ser consideradas como luz petrificada. Este singular simbolismo astronómico se pondría por escrito doscientos años más tarde durante las Dinastías V y VI en los ya citados Textos de las Pirámides.

Sneferu posiblemente murió en su trigésimo primer año de reinado dejando inconclusa parte de las estructuras asociadas la Pirámide Roja, en particular su templo funerario que probablemente fue acabado de forma rápida por su hijo mayor, y sucesor, Khnum Khufu (conocido por la forma griega de su nombre, Keops) quien, para no ser menos, también trataría de desarrollar su propio paisaje cósmico particular.

El conjunto de ideas expresadas confirmaría por tanto la hipótesis de que las dos grandes pirámides de Sneferu en Dahshur fueron concebidas como un proyecto unitario donde la astronomía se mezclaba con la arquitectura para plasmar en piedra a escala gigantesca una realidad tangible cargada de simbolismo. Esto podría apoyar la idea de que las dos grandes pirámides de Guiza también habrían formado parte en origen de un proyecto unitario singular a escala aun mayor desarrollado dos décadas más tarde (hacia 2550 a.C.) durante el reinado del hijo de Sneferu, Keops, con el nombre del Horizonte de Khufu.
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