De los 37 casos recogidos en un documento de la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) en los últimos 40 años, sólo en siete el fuselaje se encontraba a más de 1.000 metros de profundidad
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Martes 25 de marzo de 2014 | COLEGIO OFICIAL DE PILOTOS DE AVIACIÓN COMERCIAL
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Los accidentes aéreos sobre el mar presentan retos muy importantes para la localización del aparato, la búsqueda de supervivientes y la recuperación de las cajas negras,imprescindibles para determinar las causas del siniestro.
En el caso del MH370, la situación es abrumadoramente compleja, inédita en la historia de la aviación comercial: aún se desconoce el punto exacto en la que se habría estrellado el B-777, la profundidad del Índico sur es de 1.150 a 7.000 metros y el área en que se han decidido buscar restos se encuentra lejos de todo.
La única buena noticia es que en la mayoría de los casos se consigue dar con el aparato y recuperar los registros de voz (CVR) y datos (FDR). En el siniestro del A-330 de Air France que se estrelló en el Atlántico el 1 de junio de 2009 hicieron falta dos años y 25 millones de euros. Pero se logró. Y muchas familias incluso pudieron recibir los cadáveres de sus parientes.
De los 37 casos recogidos en un documento de la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) en los últimos 40 años, sólo en siete el fuselaje se encontraba a más de 1.000 metros de profundidad. De ellos, sólo en tres casos no fueron localizadas las cajas negras. Un B-707 de la brasileña Varig se estrelló en el Pacífico a 200 millas al este de Tokio en 1979. Nunca se encontró el avión, que se supone podría estar a varios miles de metros de profundidad. Tampoco se logró localizar el B-727 de Faucett Airlines, engullido por el Atlántico frente a Canadá el 11 de septiembre de 1990.
En el caso del MH370, la situación es abrumadoramente compleja, inédita en la historia de la aviación comercial: aún se desconoce el punto exacto en la que se habría estrellado el B-777, la profundidad del Índico sur es de 1.150 a 7.000 metros y el área en que se han decidido buscar restos se encuentra lejos de todo.
La única buena noticia es que en la mayoría de los casos se consigue dar con el aparato y recuperar los registros de voz (CVR) y datos (FDR). En el siniestro del A-330 de Air France que se estrelló en el Atlántico el 1 de junio de 2009 hicieron falta dos años y 25 millones de euros. Pero se logró. Y muchas familias incluso pudieron recibir los cadáveres de sus parientes.
De los 37 casos recogidos en un documento de la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) en los últimos 40 años, sólo en siete el fuselaje se encontraba a más de 1.000 metros de profundidad. De ellos, sólo en tres casos no fueron localizadas las cajas negras. Un B-707 de la brasileña Varig se estrelló en el Pacífico a 200 millas al este de Tokio en 1979. Nunca se encontró el avión, que se supone podría estar a varios miles de metros de profundidad. Tampoco se logró localizar el B-727 de Faucett Airlines, engullido por el Atlántico frente a Canadá el 11 de septiembre de 1990.
En 1987 un B-747 de Southafrican Airways se hundió en el Índico, a la altura de las islas Mauricio. Sólo se recuperó el registro de voz (más de dos años después) pero no el de datos, a unos 4.400 metros bajo la superficie. Se tardó dos meses en encontrar el pecio, por el mal estado del aparato que llevan las cajas negras para emitir una señal de radio (Underwater Locator Device, ULD).
Los localizadores ULD tienen que estar certificados para emitir una señal a 37,5 kilohercios durante 30 días, si bien los fabricantes aseguran que en la mayoría de circunstancias pueden hacerlo durante 10 días más. Cuando se agotan las baterías, solo queda recurrir al sónar y a submarinos. Ese tipo de aparatos permiten la detección desde la superficie hasta unos 1.500 metros. Si los restos de fuselaje se encuentran a más profundidad hay que utilizar un hidrófono remolcado por un barco con un cable (TPL, Towed Pinger Locator).
En los siniestros de la turca Birgenari en República Dominicana en 1996 (a 2.200 metros bajo el mar pero a pocos kilómetros de la costa); de la egipcia Flash Airlines, en 2004 en el mar Rojo; y de un ATR 72-200 de la tunecina Tuninte en 2005 en el Mediterráneo frente a Palermo, se recuperaron las cajas negras en menos de un mes. También en el siniestro de Adam Air en Indonesia se pudo localizar el aparato en menos de un mes a 1.800 metros a 85 kilómetros de la costa indonesia. En ese caso hubo que usar TPL para encontrar el B-737 y se tardaron ocho meses en recuperar las cajas negras.
En la búsqueda del AF447 no sirvieron de nada las señales del ULD. Se sabía con bastante precisión dónde se había precipitado al mar (al día siguiente se localizaron restos flotando, a unos 1.000 kilómetros de la costa) pero un buque militar estadounidense pasó en dos ocasiones con TPL sobre el aparato sumergido a 4.000 metros sin encontrar nada, los días 23 y 24 de junio de 2009. Al final hubo que echar mano del submarino autónomo REMUS 6000, que consiguió localizar el A-330 con su sónar.
Un mes después del siniestro de Air France, un A-310 de Yemen Airways se estrelló a solo tres millas de las islas Comores, en el Índico. Las cajas fueron detectadas a 1.200 metros bajo el mar gracias a las señales del ULD y se sacaron a flote dos meses después del accidente que incluyó una enorme bronca durante la investigación entre las autoridades de Comores y las francesas y una suerte de milagro: sobrevivió una niña de 13 años.
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