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Investigadores asocian la contaminación atmosférica con un retraso en el crecimiento fetal

Investigadores de la Unidad Mixta en Epidemiología y Salud Ambiental de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana (FISABIO), la Universitat Jaume I (UJI) y la Universitat de València han estudiado el impacto de la contaminación atmosférica en el crecimiento fetal durante el embarazo.
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Martes 11 de agosto de 2015 | UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
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Los resultados demuestran que la exposición materna a dióxido de nitrógeno (NO2), que está directamente relacionada con la contaminación producida por el tráfico, se asocia con un menor crecimiento del feto. Dicha exposición es más perjudicial cuando tiene lugar en las primeras fases del embarazo.

El estudio, realizado en el marco del Proyecto INMA (Infancia y Medio Ambiente), se ha realizado en las cohortes de Valencia, Sabadell, Asturias y Gipúzkoa. En el estudio se realizaron ecografías a 2.478 fetos a las 12, 20 y 34 semanas de gestación, en las que se midieron el diámetro biparietal (la distancia que existe entre los dos huesos parietales del cráneo), la longitud del fémur, la circunferencia abdominal y el peso fetal estimado. Estas medidas se completaron con la exploración antropométrica del bebé al nacer.

Los resultados de esta investigación indican que la exposición a más de 34 μg/m3 de NO2 (con respecto a los bebés que están expuestos a dosis menores) se asocia con una reducción del tamaño fetal de un 7% en cuanto al diámetro biparietal; de un 6% en el peso; y un de 4% en el perímetro abdominal.

El efecto más consistente se observa en el diámetro biparietal, entre las semanas 20 y 34 de embarazo. El efecto más débil se observa en la longitud de fémur, y solo ocurre al principio de la gestación.

Hasta el momento el crecimiento fetal se ha estudiado sobre todo en base al peso al nacer, y por lo tanto, no es posible saber cuándo, dentro de la etapa fetal, ha comenzado el efecto. Sin embargo, nosotros a través de las ecografías hemos podido examinar en qué momento los efectos comienzan a ser visibles”, destaca la doctora Carmen Íñiguez, investigadora de la Unidad Mixta en Epidemiología y Salud Ambiental de FISABIO, la UJI y la Universitat de València.

“Al trabajar con medidas repetidas del mismo niño, podemos saber cuándo ha empezado a producirse un retraso en el crecimiento y ver si este efecto es permanente o puede ser compensado. Además, comparamos con el estatus de tamaño del propio niño en momentos anteriores y no con datos poblacionales, lo que permite una mejor evaluación del crecimiento, añade la doctora Íñiguez.

Saber cuándo ocurre el impacto -puntualiza la investigadora de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana (FISABIO)- es importante desde el punto de vista clínico para conocer los mecanismos fisiopatológicos que dirigen la asociación”. Asimismo, la asociación negativa de esta exposición con el diámetro biparietal y el peso fetal ha sido significativamente mayor en madres fumadoras en comparación con las no fumadoras.

Para este estudio se ha seguido una rigurosa metodología de trabajo que comenzó con la medición de la contaminación atmosférica y la realización de mapas de exposición, la recogida de información directa durante el embarazo, atendiendo a todas las variables que podían influir (como los hábitos dietéticos de la madre, la antropometría de los padres, los hábitos respecto al consumo de tabaco y alcohol, clase social, nivel de estudios, la situación laboral, etcétera), la recogida de información de las ecografías y la realización de modelos de crecimiento personalizados para cada niño teniendo en cuenta el potencial constitucional de crecimiento de cada uno de ellos.

Los resultados de este estudio, recogidos en el artículo ‘La exposición prenatal a la contaminación del aire se asocia al crecimiento fetal’, se han publicado en la revista ‘Environmental Health Perspectives’. Firman el artículo los investigadores de FISABIO Carmen Íñiguez, Ana Esplugues, Olga Costa, Marisa Estarlich, Mario Murcia, Maria José López Espinosa y Ferran Ballester, coordinador del Área de Ambiente y Salud de FISABIO-Salud Pública y profesor de la Universitat de València.

Somos un grupo muy amplio de investigadores que trabajamos en este proyecto. Este artículo responde al trabajo en equipo de muchas personas implicadas tanto de nuestro centro como de otros que también forman parte del Proyecto INMA. Sin ellos, y especialmente sin la colaboración de los padres y las familias implicadas, hubiera sido imposible desarrollar este estudio”, puntualiza Carmen Íñiguez.

En el artículo también han colaborado investigadores del Consorcio de Investigación Biomédica de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP), el Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL), el Institut Hospital del Mar d’Investigacions Mèdiques, la Universitat Pompeu Fabra, el Área de Salud Pública del Gobierno vasco, Biodonostia Instituto de Investigación Sanitaria, la Universidad de Oviedo y la Universidad del País Vasco.
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