En un nuevo informe del Banco Mundial se analizan tanto los desafíos como las oportunidades que plantea una población que envejece.
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Lunes 29 de junio de 2015 | BANCO MUNDIAL
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En Europa y Asia central, el envejecimiento actualmente afecta a las sociedades y no a las personas, una tendencia demográfica impulsada sobre todo por la disminución de las tasas de fecundidad y no por la mayor longevidad. Estas conclusiones surgen de un nuevo informe del Banco Mundial, Golden Aging: Prospects for Healthy, Active and Prosperous Aging in Europe and Central Asia (Edad de oro: Perspectivas para un envejecimiento saludable, activo y próspero en Europa y Asia central).
En el informe se concluye que las consecuencias sociales y económicas del envejecimiento de la sociedad son complejas y diversas, aunque no necesariamente negativas. Se señala, además, que en diversas áreas de políticas existen importantes oportunidades que, si se aprovechan bien, pueden ser útiles para que las sociedades promuevan un envejecimiento más dinámico, saludable y productivo.
En términos demográficos, Europa y Asia central son las regiones más antiguas del mundo. En Europa central y oriental, la edad promedio de la población es 10 años más alta que en el resto del mundo; por otro lado, países relativamente jóvenes, como Turquía y los de Asia central, están alcanzando los mismos niveles con rapidez.
En el informe se concluye que las consecuencias sociales y económicas del envejecimiento de la sociedad son complejas y diversas, aunque no necesariamente negativas. Se señala, además, que en diversas áreas de políticas existen importantes oportunidades que, si se aprovechan bien, pueden ser útiles para que las sociedades promuevan un envejecimiento más dinámico, saludable y productivo.
En términos demográficos, Europa y Asia central son las regiones más antiguas del mundo. En Europa central y oriental, la edad promedio de la población es 10 años más alta que en el resto del mundo; por otro lado, países relativamente jóvenes, como Turquía y los de Asia central, están alcanzando los mismos niveles con rapidez.
En muchos países de la región, las personas se están adaptando al nuevo cambio demográfico, pero aún subsisten muchas preocupaciones y temores. Existe la creencia generalizada de que los sistemas de pensiones y de salud se verán comprometidos, dado que, para sostenerlos, un número creciente de adultos mayores dependerá de los aportes de un menor número de trabajadores. Sin embargo, en el informe se sugiere que, si los Gobiernos permiten que las personas participen más y durante un tiempo más prolongado en el mercado laboral, los índices de dependencia podrían, en realidad, permanecer bastante estables.
“Existe la arraigada creencia de que el envejecimiento de las poblaciones y la declinación económica van de la mano”, expresa Hans Timmer, economista en jefe del Banco Mundial para Europa y Asia central. “Sin embargo, el hecho de que haya una cantidad menor de cohortes jóvenes permite brindar a estos grupos una educación de mejor calidad y un mayor capital, fomentando así su productividad”.
Por otro lado, la productividad no se reduce inevitablemente con la edad, mientras que las habilidades sí cambian a medida que crecemos. En este informe se muestra que las empresas pueden aprovechar estos cambios y aumentar la aplicación de técnicas de producción que utilicen más aquellas habilidades que mejoran con la edad.
Las sociedades que envejecen no están destinadas a experimentar un estancamiento ni un deterioro del nivel de vida. Sin embargo, los cambios de comportamiento que ayudan a reducir la dependencia y a sostener la productividad no necesariamente son automáticos. Un entorno contenedor, que incluya políticas e incentivos adecuados, puede facilitar esta transición.
De hecho, en Europa y en Asia central, es necesario aplicar en muchas áreas de políticas medidas de adaptación audaces para favorecer un envejecimiento activo, saludable y productivo. Estas áreas incluyen mucho más que reformar los sistemas de pensiones y transferencias intergeneracionales: implican, entre otras cosas, modificar los sistemas de salud para orientarlos al cuidado preventivo, los cuidados primarios y el aumento de los diagnósticos; reformar los sistemas educativos para fortalecer las habilidades cognitivas necesarias para un empleo productivo y vidas laborales más prolongadas, y reformar las instituciones de mercado para que las mujeres puedan conciliar sus objetivos familiares y profesionales, y para que los adultos mayores puedan trabajar con horarios más flexibles.
“En el informe se brinda un excelente panorama de los diversos desafíos a los que se enfrentan los países europeos y de Asia central debido al envejecimiento de sus sociedades”, manifestó Hans Jörg Schelling, ministro de Finanzas de Austria. “En verdad, los problemas no son nuevos, pero los encargados de formular las políticas en Europa aún están intentando descifrar cuál es la combinación adecuada de políticas para que nuestra población pueda envejecer dignamente en la actualidad y en el futuro. Las conclusiones del informe son un valioso aporte a los debates en curso tanto de los economistas como de los encargados de formular las políticas”.
Para tener éxito, un paquete de políticas destinado a abordar el envejecimiento de la sociedad debe ser sostenible y equitativo, y abarcar todo el ciclo de la vida apoyando la educación, las familias, el trabajo y la etapa jubilatoria. Si esto sucede —se concluye en el informe—, las sociedades de Europa y Asia central pueden acercarse a lo que en la mitología antigua se describe como la “edad de oro”: un estado de armonía, estabilidad y prosperidad donde las personas viven muchos años con salud.
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