La educadora social y Máster de Género y Políticas de Igualdad de la Universitat de València Sara Vierna Fernández acaba de presentar la investigación «Neo-princesas de tocador». Un trabajo que analiza las consecuencias para la igualdad entre mujeres y hombres que tiene la proliferación de empresas de ocio infantil dirigidas a niñas de 4 a 12 años que recrean un mundo de princesas inmersas en lujo y glamour, acompañado de unos servicios de cuidado estético que simulan un salón de belleza infantil
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Viernes 30 de mayo de 2014 | UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
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En este informe, Vierna Fernández advierte de la importancia del juego como uno de los principales motores de aprendizaje de los roles de género en la infancia. En palabras de la autora «en estos espacios las monitoras, mediante el juego, convierten a las niñas en princesas o modelos, las maquillan, peinan, les hacen hasta la manicura.
Se recrea todo un ritual de belleza y a las niñas les llega un mensaje claro: el físico es tan importante que tu día especial, por ejemplo, tu cumpleaños, lo celebras dedicándolo a él. Este mensaje, aunque no es intencionado, cala profundamente en los futuros estados de autoestima en la adolescencia y edad adulta pudiendo acentuar diversos trastornos psíquicos». En la investigación se indaga teóricamente sobre la función que cumple la actividad lúdica en el desarrollo cognitivo y social de la infancia. Y es que, las niñas y los niños aprenden a pensar y a pensarse, a construir y a construirse, a ubicar y a ubicarse socialmente, a percibir y autopercibirse y a desarrollar el lenguaje a través del juego.
Se recrea todo un ritual de belleza y a las niñas les llega un mensaje claro: el físico es tan importante que tu día especial, por ejemplo, tu cumpleaños, lo celebras dedicándolo a él. Este mensaje, aunque no es intencionado, cala profundamente en los futuros estados de autoestima en la adolescencia y edad adulta pudiendo acentuar diversos trastornos psíquicos». En la investigación se indaga teóricamente sobre la función que cumple la actividad lúdica en el desarrollo cognitivo y social de la infancia. Y es que, las niñas y los niños aprenden a pensar y a pensarse, a construir y a construirse, a ubicar y a ubicarse socialmente, a percibir y autopercibirse y a desarrollar el lenguaje a través del juego.
En ese sentido, la investigación plantea la estrecha relación existente entre el juego de roles y la asunción de una identidad de género determinada en la infancia. El juego simbólico ocupa un papel clave y aunque no es la única causa, sí es un proceso que potencia la encarnación de ese modelo que subordina el universo femenino al masculino, otorgando al primero características como la belleza, la emocionalidad, el cuidado, la pasividad, situándolo en un espacio principalmente doméstico y al segundo la agresividad, la competitividad, el poder, el valor, la acción, situándolo en un espacio primordialmente público.
Culto a la belleza de las niñas
El culto a la belleza de las niñas, es uno de los factores que más se manifiestan en el juego feminizado. Este elemento es el eje central de esta investigación centrada en la empresa de ocio infantil Princelandia que concluye la sumisión predominante en los discursos de las madres sobre la visión sexualizada del fenómeno lúdico. Según Vierna Fernández, “todas las madres sin excepción consideran positivo para el desarrollo psicosocial de sus hijas, los valores tradicionalmente femeninos que inculca la empresa Princelandia a través del juego sexuado.” Un juego que produce y reproduce estereotipos sexistas.
En segundo lugar, en relación a la mística de la belleza, las madres y la empresa conciben el cuidado de la imagen personal como un elemento de empoderamiento femenino inherente a la identidad de género tradicional de las niñas y mujeres. Así, manifiestan la positividad del juego de princesas en el desarrollo psicosocial de sus hijas, entendiéndolo como un factor que realza su feminidad tradicional relacionada primordialmente con el culto al cuerpo femenino. Es por eso que el tipo de actividades que se realizan en estos espacios se centran en el cuerpo y en la belleza donde las monitoras cubren a las niñas de tratamientos para poder ser valoradas por sus madres.
Según la autora, este tipo de ocio promociona una sexualización del juego, la recreación de un mundo principesco lleno de glamour, lujo y belleza que empuja a las niñas a la esclavitud de ajustarse a un modelo imposible e inhumano y que puede hacer enfermar a las personas, haciéndolas vulnerables a los trastornos de la conducta alimentaria y a otro tipo de psicopatologías.
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