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El Festival de San Sebastián dedicará una retrospectiva a la cineasta Dorothy Arzner

La retrospectiva que el Festival de San Sebastián dedicará a Dorothy Arzner estará organizada en colaboración con Filmoteca Española. El ciclo se complementará con una publicación sobre su figura y su obra
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Lunes 7 de abril de 2014 | FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN
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Dorothy Arzner (1897-1979) fue un caso único en la historia del cine americano, la única mujer que consiguió hacerse una carrera profesional como directora en la época dorada de Hollywood.

El Festival de San Sebastián dedica en su 62 edición un homenaje a la obra de Arzner, considerada hoy una pionera de la integración de la mujer en la industria cinematográfica, y reivindicada como una cineasta con un estilo y personalidad propia que le valieron un indudable prestigio dentro del sistema de estudios de Hollywood.

Nacida en San Francisco pero criada en Los Ángeles, Dorothy Arzner era hija de los propietarios de un café frecuentado por célebres actores y directores de cine de la época, como Charles Chaplin, William S. Hart o Erich von Stroheim. Tras licenciarse en la Universidad del Sur de California y servir como conductora de ambulancias durante la I Guerra Mundial, Arzner se inició en el mundo del periodismo, pero cuando conoció, gracias a una común amistad, al director William C. DeMille (hermano del célebre Cecil B. DeMille) el rumbo de su vida cambió definitivamente: tras visitar un estudio de rodaje, decidió que quería ser directora de cine.

Su primer trabajo en la industria cinematográfica fue como estenógrafa en los estudios Players-Lasky (más tarde Paramount), transcribiendo guiones de películas. Sus habilidades y fuerte voluntad le abrieron el camino hacia trabajos de mayor responsabilidad: redactora de sinopsis, script de rodaje y, finalmente, montadora. Fue en la sala de montaje donde Arzner se ganó una excelente reputación en la industria de Hollywood, trabajando en 52 películas y colaborando asiduamente con el realizador James Cruze. En la célebre película protagonizada por Rudolph Valentino Blood and Sand (Sangre y arena, 1922), Arzner no solo realizó una brillante labor como montadora, sino que se encargó del rodaje de la segunda unidad en las escenas de las corridas de toros. También colaboró como guionista en algunas de las películas de Cruze.

Arzner presionó a Paramount para que le dejara dirigir una película, amenazando a los directivos del estudio con aceptar una oferta de un estudio rival, Columbia. Finalmente, debutó en la dirección con el film Fashions for Women (La reina de la moda, 1927) y al año siguiente se convirtió en la primera mujer de la historia que dirigió una película sonora, Manhattan Cocktail (1928). Arzner dirigió 15 películas más a lo largo de la década de los treinta y comienzos de los 40, y trabajó con estrellas de Hollywood como Clara Bow, Katharine Hepburn, Fredric March, Rosalind Russell, Claudette Colbert, Maureen O'Hara o Joan Crawford en comedias y melodramas que prestaban una especial atención a los personajes femeninos: The Wild Party (La loca orgía,1929), Anybody's Woman (La mujer de cualquiera, 1930), Sarah and Son (1930), Honor Among Lovers (Honor entre amantes, 1931), Working Girls (1931), Merrily We Go to Hell (Tuya para siempre, 1932), Christopher Strong (Hacia las alturas, 1933), Nana (La reina del boulevard, 1934), Craig's Wife (La mujer sin alma, 1936) o The Bride Wore Red (1937).

En 1933 fue la primera mujer que ingresó en el Sindicato de Directores de América y fue su único miembro femenino durante varias décadas. También pasó a la historia por haber inventado el micrófono de jirafa, ya que comenzó a emplear un micrófono atado a una caña de pescar en los rodajes de los primeros tiempos del sonoro.

Aunque su nombre cayó progresivamente en el olvido, la carrera de Arzner fue reivindicada en la década de los 60 por los movimientos feministas y fue objeto de varios homenajes, entre ellos el del Sindicato de Directores de América en 1975. Hoy su filmografía no sólo es revalorizada por constituir una insólita excepción en la historia del cine americano, sino por sus valores intrínsecos. Arzner dejó su huella a través de una serie de películas de refinado estilo visual que cuestionaban los tradicionales roles sexuales de la época y el papel de la mujer en la sociedad o que, según algunos críticos, introducían velados subtextos homosexuales en la rígida estructura del Hollywood de la época.
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Christopher Strong (1933)
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