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El canibalismo en Atapuerca se practicaba para controlar los recursos del entorno

Los homínidos del Pleistoceno Inferior Europeo se sitúan así en la parte superior de la cadena alimentaria. En presencia de los humanos, los grandes carnívoros sociales no se acercaban
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Jueves 8 de mayo de 2014 | IPHES
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Desde que en 1994 se descubrieron los primeros restos de Homo antecessor las investigaciones sobre los episodios de canibalismo que se sucedieron en el nivel TD6 -2 del yacimiento de Gran Dolina, en Atapuerca (Burgos) no han parado. En este estrato, de entorno a los 800.000 años de antigüedad, han aparecido más de 160 fósiles de esa especie con marcas de corte realizadas con las herramientas líticas y con fracturación intencionales, siendo el caso de canibalismo conocido más antiguo.

Los restos de homininos de este conjunto están procesados y consumidos por otros congéneres, como lo demuestran las mordeduras humanas observadas. Ahora, una nueva investigación aporta más luz sobre este comportamiento. Por un lado, se ha constatado que la práctica del canibalismo se realizaba en ocupaciones de larga duración para tener el control sobre los recursos del entorno, a modo de competencia entre grupos de individuos de la misma especie. Además, se ha concluido que en presencia de los humanos los grandes carnívoros sociales que compartían el entorno de la Sierra de Atapuerca con los homínidos permanecían alejados de la Gran Dolina. Son dos aportaciones que se dan a conocer en la prestigiosa revista Quaternary Science Reviews, en un artículo que tiene como primera firmante a Palmira Saladié, investigadora del IPHES (Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social).

Su interpretación

El equipo que ha estudiado el caso ha llegado a estas conclusiones después de haber analizado los restos de Homo Antecesor mencionadas y 4.412 de fauna. Uno de los principales ejes de la nueva investigación ha sido profundizar en las señales registradas en huesos consumidos y modificados por los grandes carnívoros que existieran junto a Homo antecesor y los individuos que se los zampaban, culminando de esta manera una serie de investigaciones realizadas desde de la zooarqueología y la tafonomía, que se encargan del análisis de las alteraciones que han sufrido los fósiles y de su interpretación.

De esta manera se ha podido constatar que en TD6-2 se acumulan y mezclan los restos de diferentes episodios en los que se dieron diferentes conductas. "Así queda claro que los carnívoros sólo accedieron a la cueva en los momentos que no estaban los homininos y consumían los restos de los animales que aquéllos habían abandonado. Los carnívoros no accedieron nunca sobre los restos de los homininos", puntualiza Palmira Saladié. "Esto nos ha permitido determinar que el canibalismo está asociado a ocupaciones territoriales de larga duración", señala la misma investigadora.

Estos dos factores sugieren que el canibalismo se produjo en un entorno en el que había un cierto nivel de competencia intraespecífica (o sea, entre miembros de la misma especie, en este caso, los propios homininos). "Estos rasgos ponen los homininos del Pleistoceno Inferior Europeo en la parte superior de la cadena alimentaria e indican que ellos podrían controlar los recursos animales, incluso cuando los carnívoros estaban por los alrededores", indica Saladié.

Descuartizar tiene sus riesgos

Aún así, descuartizar un animal una vez cazado al aire libre podía entrañar peligro ante la presencia de animales como grandes felinos (tigres dientes de sable) o hienas. Un espacio cerrado, como en el complejo kárstico de la Sierra de Atapuerca podría ser un refugio adecuado para descuartizar y consumir sus presas, reduciendo el nivel de riesgo que podían acarrear otros depredadores. La capacidad de control de los recursos y de mantener alejados a este carnívoros de la Gran Dolina, permite situar los homininos de hace un millón de años en lo alto de la cadena trófica.
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Restos canibalizados de Homo antecessor | IPHES
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Referencia bibliográfica

Saladié, P., et al., “The role of carnivores and their relationship to hominin settlements in the TD6-2 level from Gran Dolina (Sierra de Atapuerca, Spain)”, Journal of Archaeological Science (2012), Quaternari Science Reviews, Volume 93, 1 June 2014, Pages 47-66, ISSN 0277-3791, http://dx.doi.org/10.1016/j.quascirev.2014.04.001
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